Hace dos años me incluiste en tu bitácora
de vuelo impreciso, migrante.
El viento que apenas se hacía un espacio
entre mi dorso y tu vientre
hoy sopla en latitudes lejanas,
ajenas, dolorosamente ajenas.
La música de fondo acompasando
los murmullos del éxtasis
no hace reverberar los muros
como entonces y se quejan
mezclando sus lamentos con los míos.
Arrojado entre las ruinas de lo que construimos
solo me queda acariciarme tímidamente
como si cada vez que me autoestimulo,
ahuyentara como a mariposas,
las huellas tenues, delicadas,
de tus dedos, de tus manos,
de tu cuerpo adosado a mi existencia,
mediado por ése vástago potente y tierno
con el que apostabas a conocerme y explorarme
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